domingo, 19 de junio de 2011

Raíces de vida.

Erase una vez una niña pequeña que iba en busca de un buen lugar donde plantar su tulipán negro. De tanto buscar se perdió. Angustiada, siguió avanzando. Hasta que se encontró con un inmenso bosque que se alzaba ante sus ojos hasta más allá de lo que su vista era capaz de alcanzar. De una belleza tan sublime, que solo la mente de un niño sería capaz de apreciarla. Ahí encontraré el sitio idóneo donde plantar a mi flor, pensó.

Comenzó a caminar bosque adentro, cuidando cada paso que daba, y en algún lugar de ese bosque se encontró con una pequeña criatura. Estaba atenta, vigilando todo lo que pasaba a su alrededor. La miró con desconfianza y desapareció sin más. Pasaron los días y la niña no se atrevió a acercarse. Ya que si no la evitaba, cambiaba de forma, convertiendose así en un felino de gran tamaño, que resultaba amenazador. Pero tras unos días, el cuidado con el que ella trataba a su flor, todas las demás criaturas en ese bosque, junto a la ternura y la inocencia en la mirada de aquella niña, ya se había ablandado el corazón del Vigilante. Y la curiosidad terminó por vencerlos a ambos.

Ella se acercó para verlo mejor, era un ser esbelto y pequeño, pero rodeado por un aura de poder. El estaba cuidando de una flor, sin transformarse la miró con recelo, estaba tenso, preparado para actuar. Ella sonrió y le enseño la flor, que cada día estaba más hermosa. y se sentó enfrente del Vigilante. Este se relajo un poco, y se subió a la margarita que estaba cuidando, para verla mejor. Tras un buen rato decidió que podía confiar en ella, aunque no la perdería de vista, por si acaso. A lo largo de los días, y los meses le enseño todo lo que sabia del bosque. Y le mostró las cosas más bellas que jamás había visto, le enseño que hay cosas que no se pueden evitar: como la muerte, pero que todo lo que muere, da vida. Cuando la cosa se complicaba, que era casi siempre, le mostraba primero, y después le explicaba lo que había visto. Y finalmente la niña, se movía por ese bosque como si siempre hubiera formado parte de el. 



Un día angustiada la niña le dio la flor al Vigilante, para que este le buscara su lugar en el bosque, donde poder hacerse aún más bella, ya que ella no era capaz de encontrarlo. "No busco buen sitio, busco el único sitio, el suyo." dijo señalando a la flor. "Lo encontraré", le respondió el Vigilante. Ese día junto a una roca con forma de esfera casi perfecta, la niña se sumergió en un sueño largo y profundo. Cuando finalmente despertó, se levanto confusa. Y sin saber muy bien donde estaba, ni a donde iba, comenzó a caminar. Conforme avanzaba, fue mirando a su alrededor, miro atrás y reconoció la roca junto a la cual se había dormido, de lejos era perfectamente reconocible. Se preguntó si acaso había soñado con la presencia de un bosque hermoso en aquel lugar. Pero algo en su interior le decía que no fue un sueño.

Vio a lo lejos la zona en la que se había acercado por primera vez a la criatura, esto le verifico lo que ya tenia pensado: que el sitio hermoso que conoció antaño, ahora era un descampado abandonado. Rodeado por estructuras en desuso. Y se preguntó cuanto tiempo había estado dormida, y como podía seguir ahí. Lo que quedaba de bosque virgen estaba rodeado por un muro de poca altura, como si de otro territorio se tratara. Salto el muro a pesar del cartel "animal peligroso" que le prohibía el paso. Se adentro en el hasta llegar al punto de su primer encuentro. Envuelta de un rayo de luz que traspasaba los arboles se encontraba una flor. Era la flor más hermosa que había visto jamás. Era un tulipán negro. 



Se acerco y se sentó al lado, percatándose del tamaño que había alcanzado la flor, que se encontraba a la altura de sus ojos. De pronto, esta se abrió por completo, dejando al descubierto una figura que dormía en su interior. Este despertó casi al instante, miro a su alrededor, la vio y antes de saltar a su hombro, le indico que se mantuviera quieta y en silencio. Después le explicaría lo que estaba a punto de ver. Como siempre, pensó ella muy contenta. La niña asintió con un ligero, pero firme, movimiento de cabeza. Perpleja vio que la flor se estaba moviendo, se deslizaba dejando un pequeño hueco en el cual yacía el cuerpo de una niña. Dejo el cuerpo al descubierto unos segundos, y luego volvió a su estado original, como si de una lapida se tratara.

La niña palideció al comprender lo que acababa de ver, no necesitaba explicación alguna, ya que lo sabia muy bien. Un día el vigilante, le había explicado, que todo lo que moría en ese bosque, terminaba por volver. Los animales lo hacían en forma de espíritus que daban vida a las flores que el cuidaba, y el les tenia que ayudar en ese proceso. Había observado con curiosidad ese proceso que la dejaba sin aliento cuando en el instante antes de la unión, el espíritu se mostraba en su forma original la más bella y clara de todas. Sabia que ahora le tocaría a ella vivir esa unión.

"Jamas despertaste de tu sueño." Le dijo la criatura. "Falleciste mucho antes de que te encontrara. Sé que esta flor era importante para ti, por eso la he plantado donde te enterré, y la he cuidado con esmero. Esta flor no morirá. Sabía que al igual que todos los demás, tu también volverías. Al fin y al cabo, estas atada a este lugar." El vigilante tenia serias dificultad para pronunciar algunas palabras. Pero prosiguió. "Quiero que te unas a ella. Así podré cuidar y protegerte. No lo hice cuando tuve que hacerlo, y por eso quiero hacerlo ahora."

Con estas palabras salto de su hombro mientras adoptaba su forma de felino. La niña le acaricio. "No fue culpa tuya." De pronto sintió como la flor, su flor, la llamaba. "Ven,... Deja que te cuidemos, de la misma manera que tu nos cuidaste a nosotros." dijo una voz susurrante pero firme en su interior. "Únete a nosotros.." La niña se acerco al tulipán. "Ven a mi." Dijo esta vez otra voz más dulce. Le tendió la mano a la flor, mientras el vigilante comenzaba con el ritual  que consagraría la unión. En un ultimo reflejo, el vigilante fue capaz de ver el espíritu de la niña en todo su resplandor. Y se le llenaron los ojos de lagrimas.




Escrito: Nonii
Editado: Wolo, madre y Nonii.

sábado, 19 de marzo de 2011

Y si bien hay palabras que no dicen nada..

De los ojos se dice que son el espejo del alma. Pero creo que sería mejor decir que los ojos son uno de los espejos del alma, ya que hay más. Una de las que más me gustan, aparte de los ojos, es la voz. Y si bien hay palabras que no te dicen nada, hay voces que te lo cuentan todo.

Pero tod@s tenemos a nuestro alrededor algunas especiales, y oírlas nos puede cambiar el día. Las más odiadas y más queridas son las que mejor distinguimos. Y algunas las reconocemos en la primera letra. Y si bien para algun@s son parecidas a otras, para ti son inconfundibles.

En mi interior resuena una voz que no sé como describirla. Pues para mi, es un mundo de colores, emociones y sonidos. La reconocería entre mil. Tiene "eso" que me da una paz que no seria, ni querría ser capaz de encontrar en ninguna otra. Voz que me da el apoyo y  la seguridad que hacen falta en mi ser esos días que me paso tropezando siempre con la misma piedra tras la cual esa voz combinada con las palabras más certeras me tiende la mano y me ayuda a levantarme. Portadora de la capacidad de con tan solo dejarse oír me ponerme los pelos de punta, es capaz de hacer brillar el sol en el más oscuro y sombrío de mis días, o llevar la oscuridad al más brillante, con tan solo unas palabras o la ausencia de estas. Agradezco día tras día su existencia y me pregunto que seria de mi si no fuera por el.

Luego las hay que una vez descubiertas, se convierten en míticas, e inolvidables. Esta en particular me recuerda a un locutor de radio, una tonalidad grave, suave y agradable al oído, que te revela una personalidad coherente, y que inspira confianza. Voz que guiada por un buen gusto, que un buen día me relató unos capítulos de un libro, que después estuve buscando desesperadamente, y me resultó difícil de encontrar, pero que milagrosamente encontré.

Desde lo mas profundo de mi ser me habla la voz de la sabiduría, que me habla guiada por una libertad de expresión que tan solo se consigue con el paso del tiempo. Como un matiz necesario en mi existencia, crítica y directa donde las haya, esta voz me pone los puntos sobre las íes y me hace ver las cosas claras. Formulando siempre la pregunta correcta. Sin esperar a obtener la respuesta. Mostrando siempre un punto de vista diferente y abriendo un poco mas mi punto de vista, que poco a poco se va desanchando. Dejando siempre espacio para mis propias conclusiones y decisiones.